Héctor A. Gil Müller

Bienvenido a este espacio de reflexión, donde lo único que se pretende es que veamos las mismas realidades pero con diferentes ojos.

martes, 11 de agosto de 2009

El Saltillo y sus lecciones

En mi ciudad, Saltillo, conocemos la gracia de aquellos que interpretan que un pequeño venero de agua, un ojito apenas, un Saltillo de cristalino líquido, puede soportar los vaivenes de nuestro tiempo y hoy nutrir y refrescar a más de 600, 000 personas con su trajín cotidiano.

Ese conocimiento, que sólo tiene la gente sabia, necesita siempre un cierto grado de respeto por la realidad. Ese respeto de la realidad es el que permite que nuestra ambición no sea desmedida. que si bien nuestro fortalecimiento sea consistente no se base en el abandono de aquello nos unió.

Mi Saltillo ha crecido a pasos agigantados, sus angostas callecitas se minimizan ante el rugir del asfalto moderno, las casas han cambiado sus caracoles en sus ventanas, señales atrevidas al amante que rondaba terrenos peligrosos, por otras constelaciones más modernas. La carne ha dejado de colgarse en el garabato, ganchillo que nos recuerda los primeros escritos, y que amenazante nos invitaba a tener un ojo al gato, enemigo natural, y otro al garabato, manjar preciado.

Muchas de esas andanzas, costumbres y cosas se han dejado en el antaño, bueno es si las novedades nos permiten mejorar.

Lo que no debemos abandonar nunca son las lecciones que sobreviven al pasado, las declaraciones "Donde hay dama, hay caballero", los adagios: "buen porte y buenos modales abren puertas principales", las lecciones "La soberbia desechad niños en toda ocasión, que al humilde Dios le asiste y le da su bendición" y la conclusión "Tan alta te crees plata que hasta al oro disminuyes, más altas están las nubes y el viento las desbarata". Todas ellas construyeron una sociedad que se basaba en el respeto, el reconocimiento y la humildad, esa sociedad no la debemos dejar pasar. Aun nos sigue susurrando levemente, muy delicadamente a veces, tanto que nos parece irreconocible su sonido, pero sigue ahi, latiendo en el corazón de nuestra sociedad.

Que no piense este mundo que hemos evolucionado solo al progreso, antes que sepa que del pasado tomamos lo mejor para colocarlo en un novedoso y útil marco.
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lunes, 10 de agosto de 2009

Meto las manos al fuego...

El hombre, primitivo y moderno animal, sostiene en su léxico la riqueza de contener lo más sublime y lo más grotesco. Las palabras son vehículos eficientes de transmisión emotiva, racional, afectiva y discrecional. El ha depositado en frases memorables mucho de su historia y más de sus tradiciones, esta es la historia de una de esas frases que han logrado rebasar los tiempos y las edades de quienes la pronunciaron.

Roma fue un imperio cuyas transformaciones políticas han construido la consciencia de mucho pueblos posteriores, uno de esos cambios fue el abandono de la monarquía por el sistema republicano. El último de los monarcas, Tarquino, a quien llamaban el soberbio y cuyas lecciones de estilo justificaban ampliamente su mote, fue expulsado del trono. Pero Tarquino era Etrusco y en ciertas esferas la naturaleza puede darnos armas capaces de aliarnos con otros, la sangre lo logró y nuestro monarca obtuvo el apoyo del Larte Porsenna quien acampó en la colina del Janículo, (Roma tiene una larga historia depositada en sus colinas, donde la mayor era el capitolio y la mas recurrida el vaticano, por aquello de que ahí moraban quienes vaticinaban el futuro de la ciudad).

Roma vivió la desesperación de saberse sitiada, pero sobre todo temor siempre aparece el valor, mismo que se apoderó de un espíritu noble, como nobles son los que aun no han visto suficiente, y fue un joven quien demostró el coraje de la batalla. Mucio se ofreció ante el senado para asesinar a Porsenna, ante la burla de los honorables oficiales le fue otorgado su deseo. Mucio se preparo, guarecido por la noche, para internarse al campamento enemigo. El primer episodio de la historia parecía arrojar un triste final, pues el valiente errando en su plan sólo alcanzó a asesinar a uno de los escribas del Larte, apresado inmediatamente fue conducido ante Porsenna. Con voz grave y temible el opresor habló sancionando al joven con las más duras penas que su imaginario le permitía, el fuego entre ellas, pero el héroe alzó su voz y con atinado acento declaró: “Soy ciudadano Romano y me llamo Cayo Mucio, soy tu enemigo y solo quise matar a un enemigo que nos daña sin lograr ventaja propia. Puedes torturarme, abrasarme y matarme, y no temo al fuego ni a la muerte pues tu vas a morir. Pues en Roma somos muchos los conjurados por el gran honor de matarte, no tememos al fuego ni a nada, Mira”, y acercándose al ara con fuego Mucio puso su mano sobre las ascuas y las llamas, y la dejó consumirse sin un solo gemido. Cuenta la historia tambien que Cayo Mucio declaró mientras su carne era quemada “Poca cosa es el cuerpo, para quien sólo aspira a la gloria”.
El Larte Porsenna vio la escena aterrado y admirado, perdonó la vida del joven y temiendo al ejercito romano levantó su campamento y olvido su alianza con Tarquino.

Los Romanos, como era obvio, llamaron a ese joven Mucio Escévola (Mucio “el zurdo”, seguramente por ser la única extremidad superior que le sobrevivió) y los historiadores narraron su historia por muchos años recordando a aquel que “puso su mano al fuego” por otros que anhelaban la libertad.

Así fue un acto heroico el del primero que sin temor a equivocarse puso las manos al fuego por alguien más, porque cierto es, que para recomendar a alguien valor, humildad y madurez necesitamos. Mucio Escévola nos recuerda que en el cuerpo joven puede estar también el espíritu viejo de la valentía.



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Excelencia


Vivimos tiempos difíciles, tiempos que nos tientan con hacernos sentir inferiores. Pero son siempre estos tiempos, quienes demandan de nosotros lo mejor, es en lo incierto donde la calidad se valora, la excelencia se demanda y la fortaleza se atesora, donde hombres y mujeres hacen cosas extraordinarias, acciones que nos adelantan.

La excelencia es la reunión de la capacidad y la vocación, es la posibilidad de influencia sobre nuestra era y lugar, es el llamado a cumplir nuestro encargo. Es ese viento fresco que libera nuestra esencia, es la idea que persiste, el sueño que se alcanza y el ánimo que nos empuja, la excelencia no debe ser solo un concepto sino una pasión que nos permita volar sobre alturas de nuestro tiempo.

¿Qué es lo que nos hace ser mejores?; pregunta difícil, pero si recordamos que es la excelencia el compromiso de nuestras fuerzas, se perfilan ante nosotros posibilidades infinitas.
Recordemos que en el más voraz de los fuegos se templa el mejor acero, ante el más feroz enemigo se generan los más fuertes héroes, cuando la tormenta arrecia la roca muestra su fortaleza, situaciones críticas vendrán pero en esos momentos debemos afilar nuestro valor y juntos construir la generación de la excelencia.

domingo, 9 de agosto de 2009

Algo hicimos mal


“ALGO HICIMOS MAL”
Palabras del presidente Óscar Arias en la Cumbre de las Américas Trinidad y Tobago 18 de abril del 2009
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo. No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.
Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad. También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos. ¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10. Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países.
Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos. En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra. En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados. Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo .
Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “ la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás. La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.
Muchas gracias.

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Indescribable by Louie Giglio









El amor de un padre



Les presento a Dick y Rick Hoyt, durante el embarazo Rick tuvo problemas que concluyeron en una paralisis locomotora, su padre Dick siempre lo animó. Rick le dijo a su Padre, Dick, que quería competir en un maratón, estas son las imagenes del Triatlón en Francias, donde no sólo se cumplió el sueño de Rick, sino cambió la vida de muchos que presenciaron el amor de un padre capaz de esforzarse por un hijo.

La salvación en mímica



Este es un hermoso video que en verdad nos invita a la reflexión, es necesario para el ser humano la creencia en una entidad superior, la felicidad está en la posibilidad de empezar de nuevo, de reconocer lo que somos y lo que podemos llegar a ser, es retornar al origen, el origen divino