Héctor A. Gil Müller

Bienvenido a este espacio de reflexión, donde lo único que se pretende es que veamos las mismas realidades pero con diferentes ojos.

jueves, 29 de julio de 2010

Dieta

Dieta ha sido una palabra muy común en nuestros tiempos, su uso no es exclusivo al régimen alimenticio como lo constataremos más adelante. Los tiempos actuales demandan una contrición y límite a los deseos, como quizá la misma "dieta" en su sentir más noble lo demanda.

Martín Lutero, en su peregrinar protestante, en 1521 fue obligado a comparecer ante la "Dieta de Worms", la cual, siguiendo las determinaciones de León X, lo condenó al destierro por hereje, de modo que debió recluirse en el castillo de Wartburg. En este sentido, "Dieta", con mayúscula, era el nombre que se daba al Parlamento de los reinos que formaban parte del Sacro Imperio Romano-Germánico.

La Dieta de Worms y la dieta alimenticia se designan con dos palabras distintas y de diferente etimología, aunque morfológicamente idénticas.

Dieta, en el sentido de aquello que a muchos, como a mí, nos hace falta, proviene del griego diaita "modo de vida", que se deriva a su vez, del verbo diaitan "regir uno su propia vida", "gobernarse", que pasó al bajo latín como diaeta, según reisgra Alfonso de Palencia en su Vocabulario. Poco a poco el término fue derivando en el: "regir la propia vida mediante un régimen alimenticio". Que novedoso entendimiento de la palabra una vez que sabemos que etimológicamente una dieta alimenticia implica controlar nuestra propia vida, sin que esta sea gobernada por el instito desmedido al comer.

La Dieta legislativa del Sacro Imperio tomó su nombre del latín dies "dia", que era no sólo el nombre de un día, sino también el de una reunión o el de una jornada de Asamblea y, más tarde, el de un Parlamento.

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